Ensayo sobre El Arte de Amar- Erick Fromm
Prof: Dolores Castillo
El Arte de Amar
Por segunda vez tengo la oportunidad de leer
este libro escrito por Erick Fromm; sin embargo, en esta ocasión considero que
he podido disfrutar cada página y realizar un análisis profundo mirando hacia
mi propia realidad, hacia mis necesidades de amor a lo largo de toda mi vida.
En la realización de este ensayo se enfatizan
las ideas más importantes del autor tratando de conservar su ideología
humanística.
En primera instancia Fromm resalta que el
amor es un arte que requiere conocimiento y esfuerzo. Contrario a los que muchos hemos pensado y
afirmado: que sabemos mucho sobre el amor, hay una realidad muy notoria que nos
indica que debemos aprender más sobre la temática del amor, su práctica y
exigencias para disfrutar de un amor genuino basado en el amor a Dios y sus
enseñanzas. Amor al prójimo.
Todos los seres humanos están sedientos de
amor. Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste
fundamentalmente en ser amado, y no en amar,
no en la propia capacidad de amar y para alcanzar ese objetivo, siguen varios
caminos. Uno de ellos, utilizado en especial por los hombres, es tener
éxito, ser tan poderoso y rico como lo permita el margen social de la propia posición. Otro, usado
particularmente por las mujeres, consiste en ser atractivas, por medio del
cuidado del cuerpo, la ropa, etc.
Existen otras formas de hacerse atractivo,
que utilizan tanto los hombres como las mujeres, tales como tener modales agradables y conversación interesante, ser útil, modesto,
inofensivo.
La felicidad del hombre moderno consiste en la excitación de contemplar las vidrieras de los negocios, y en comprar todo lo que pueda,
ya sea al contado o a plazos. El hombre (o la mujer) considera a la gente en una forma similar. Una
mujer o un hombre atractivos son los premios que se quiere conseguir.
En primer lugar debemos tomar conciencia de
que el amor es un arte, tal como es un arte el vivir. El proceso de aprender el
arte de amar puede dividirse convenientemente en dos partes: una, el dominio de la teoría; la otra, el dominio de la práctica.
El hombre está dotado de razón, es vida
consciente de sí misma; tiene conciencia de sí mismo, de sus semejantes, de su
pasado y de las posibilidades de su futuro. Esa conciencia de sí mismo como una
entidad separada, la conciencia de su breve lapso de vida, del hecho de que
nace sin que intervenga su voluntad y ha de morir contra su voluntad, de que
morirá antes que los que ama, o éstos antes que él, la conciencia de su soledad
y su «separatidad» *, de su desvalidez frente a las fuerzas de la naturaleza y
de la sociedad, todo ello hace de su existencia separada y desunida una
insoportable prisión.
El hombre -de todas las edades y culturas-
enfrenta la solución de un problema que es siempre el mismo: el problema de cómo superar la separatidad, cómo lograr la unión, cómo trascender la propia vida individual y
encontrar compensación.
Una forma de alcanzar tal objetivo consiste
en diversas clases de estados orgiásticos. Estos pueden tener la forma de un
trance autoinducido, a veces con la ayuda de drogas. Muchos rituales de tribus
primitivas ofrecen un vívido cuadro de ese tipo de solución. En todas las
formas de unión orgiástica tienen tres características: son intensas, incluso
violentas; ocurren en la personalidad total, mente y cuerpo; son transitorias y
periódicas.
Hoy en día, igualdad significa «identidad»
antes que «unidad». También deben recibirse con cierto escepticismo algunas
conquistas generalmente celebradas como signos de progreso, tales como la
igualdad de las mujeres que forma parte del movimiento hacia la eliminación de
las diferencias. Las mujeres son iguales
porque ya no son diferentes. Partiendo de la afirmación: El alma no tiene sexo. La polaridad de los sexos está desapareciendo, y con ella el amor erótico
La sociedad contemporánea predica el ideal de
la igualdad no individualizada, porque necesita átomos humanos, todos
idénticos, para hacerlos funcionar en masa, suavemente, sin fricción; todos
obedecen las mismas órdenes, y no obstante, todos están convencidos de que siguen
sus propios deseos.
El papel de la rutina en el trabajo y en el
placer. El hombre se convierte en «ocho horas de trabajo» Las diversiones están
rutinizadas en forma similar: el paseo en auto del domingo, la sesión de
televisión, la partida de naipes, las reuniones sociales.
Ese deseo de fusión interpersonal es el
impulso más poderoso que existe en el hombre. Constituye su pasión más
fundamental, la fuerza que sostiene a la raza humana, al clan, a la familia y a
la sociedad. Sin amor, la humanidad no podría existir un día más.
En la unión simbiótica psíquica, los dos
cuerpos son independientes, pero psicológicamente existe el mismo tipo de relación.
La forma pasiva de la unión simbiótica es la sumisión, o, para usar un término
clínico, el masoquismo. La persona masoquista escapa del intolerable
sentimiento de aislamiento y separatidad convirtiéndose en una parte de otra
persona que la dirige, la guía, la protege, que es su vida y el aire que
respira, por así decirlo.
La persona sádica es tan dependiente de la
sumisa como ésta de aquélla; ninguna de las dos puede vivir sin la otra. La
diferencia sólo radica en que la persona sádica domina, explota, lastima y
humilla, y la masoquista es dominada, explotada, lastimada y humillada.
El amor es un poder activo en el hombre; un
poder que atraviesa las barreras que separan al hombre de sus semejantes y lo
une a los demás; el amor lo capacita para superar su sentimiento de aislamiento
y separatidad, y no obstante le permite ser él mismo, mantener su integridad.
En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no
obstante, siguen siendo dos.
El amor es una actividad, no un afecto pasivo; es un «estar continuado
el amor afirmando que amar es fundamentalmente dar, no recibir. En el acto mismo
de dar, experimento mi fuerza, mi riqueza, mi poder. Tal experiencia de
vitalidad y potencia exaltadas me llena de dicha.
Además del elemento de dar, el carácter
activo del amor se vuelve evidente en el hecho de que implica ciertos elementos
básicos, comunes a todas las formas del amor. Esos elementos son: cuidado,
responsabilidad, respeto y conocimiento.
Si amo realmente a una persona, amo a todas
las personas, amo al mundo, amo la vida. Si puedo decirle a alguien «Te amo»,
debo poder decir «Amo a todos en ti, a través de ti amo al mundo, en ti me amo
también a mí mismo».
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El amor fraternal se basa en la experiencia
de que todos somos uno. Es el amor entre iguales: pero, sin duda, aun como iguales
no somos siempre «iguales»; en la medida en que somos humanos, todos
necesitamos ayuda. Hoy yo, mañana tú.
El Amor materno, es una afirmación incondicional
de la vida del niño y sus necesidades. La afirmación de la vida del niño
presenta dos aspectos: uno es el cuidado y la responsabilidad absolutamente
necesarios para la conservación de la vida del niño y su crecimiento. El otro
aspecto va más allá de la mera conservación. Es la actitud que inculca en el
niño el amor a la vida, que crea en él el sentimiento: ¡es bueno estar vivo, es
bueno ser una criatura, es bueno estar sobre esta tierra!
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La madre debe no sólo tolerar, sino también
desear y alentar la separación del niño.
Una madre afectuosa mientras su hijo es
pequeño, pero no será una madre amante, y la prueba de ello es la voluntad de
aceptar la separación -y aun después de la separación seguir amando-.
El Amor
erótico, el anhelo de fusión completa, de unión con una única otra
persona. Por su propia naturaleza, es exclusivo y no universal; es también,
quizá, la forma de amor más engañosa que existe.
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En el amor erótico hay una exclusividad
que suele interpretarse erróneamente
como una relación posesiva.
El amor erótico es exclusivo, pero ama en la
otra persona a toda la humanidad, a todo lo que vive. Es exclusivo sólo en el
sentido de que puedo fundirme plena e intensamente con una sola persona.
Amor a sí mismo. La Biblia habla de amor a sí mismo cuando
ordena «ama a tu prójimo como a ti mismo» Amar a alguien es la realización y
concentración del poder de amar. Amar a una persona implica amar al hombre como
tal.
Tener fe en los principios que «Dios»
representa; pensar la verdad, vivir el amor y la justicia, y considerar que la
vida toda es valiosa sólo en la medida en que le da la oportunidad de llegar a
un desenvolvimiento cada vez más pleno de sus poderes humanos.
El hombre moderno está actualmente muy cerca
de la imagen de un mundo feliz: bien alimentado, bien vestido, sexualmente
satisfecho, y no obstante sin yo, sin contacto alguno, salvo el más superficial,
con sus semejantes. «Cuando el individuo siente, la comunidad tambalea»; o
«Nunca dejes para mañana la diversión que puedes conseguir hoy», o, como
afirmación final: «Todo el mundo es feliz hoy en día.» La felicidad del hombre moderno
consiste en «divertirse». Divertirse significa la satisfacción de consumir y
asimilar artículos, espectáculos, comida, bebidas, cigarrillos, gente,
conferencias, libros, películas; todo se consume, se traga.
El amor no es el resultado de la satisfacción
sexual adecuada; por el contrario, la felicidad
sexual -y aun el conocimiento de la llamada técnica sexual- es el resultado del
amor.
El estudio de los problemas sexuales más
frecuentes -frigidez en las mujeres y las formas más o menos serias de
impotencia psíquica en los hombres-, demuestra que la causa no radica en una
falta de conocimiento de la técnica adecuada, sino en las inhibiciones que impiden
amar. El temor o el odio al otro sexo están en la raíz de las dificultades que
impiden a una persona entregarse por completo, actuar espontáneamente, confiar
en el compañero sexual, en lo inmediato y directo de la unión sexual.
Pero hechos clínicos obvios muestran que los hombres
-y las mujeres- que dedican su vida a la satisfacción sexual sin restricciones
no son felices, y que a menudo sufren graves síntomas y conflictos neuróticos.
En la actualidad muchas personas están
envueltas en formas de pseudoamor como: el amor idolátrico, sentimental,
mecanismos proyectivos y proyección de los propios problemas en los hijos; que nublan la visión del verdadero el amor.
Otro error muy frecuente: la ilusión de que el
amor significa necesariamente la ausencia de conflicto. Así como la
gente cree que el dolor y la tristeza deben evitarse en todas las circunstancias,
supone también que el amor significa la ausencia de todo conflicto.
Los conflictos reales entre dos personas, los
que no sirven para ocultar o proyectar, sino que se experimentan en un nivel
profundo de la realidad interior a la que pertenecen, no son destructivos. Contribuyen
a aclarar, producen una catarsis de la que ambas personas emergen con más
conocimiento y mayor fuerza.
El amor es un desafío constante; no un lugar
de reposo, sino un moverse, crecer, trabajar juntos; que haya armonía o
conflicto, alegría o tristeza, es secundario con respecto al hecho fundamental de
que dos seres se experimentan desde la esencia de su existencia, de que son el
uno con el otro al ser uno consigo mismo y no al huir de sí mismos.
Sólo hay una prueba de la presencia de amor: la hondura
de la relación y la vitalidad y la fuerza de cada una de las personas
implicadas; es por tales frutos por los que se reconoce al amor.
Así como los autómatas no pueden amarse entre
sí tampoco pueden
Amar es una experiencia personal que sólo
podemos tener por y para nosotros mismos; en realidad, prácticamente no existe
nadie que no haya tenido esa experiencia, por lo menos en una forma
rudimentaria, cuando niño, adolescente o adulto. La práctica del amor requiere:
disciplina,
concentración, paciencia y dominio del arte de amar.
Concentrarse en la relación con otros
significa fundamentalmente poder escuchar, vivir plenamente el aquí y
el ahora. Además requiere ser sensible a otro ser humano, es
decir, estar en un estado de equilibrio alerta, receptivo de cualquier
comunicación. Además estar atentos a nuestra voz interior, que nos
dice -por lo general inmediatamente- por qué estamos angustiados, deprimidos,
irritados.
Hay mucha gente, por ejemplo, que jamás ha
conocido a una persona amante, o a una persona con integridad, valor o
concentración.
El amor requiere el desarrollo de humildad,
objetividad y razón.
Debemos tratar de ver la diferencia entre mi
imagen de una persona y de su conducta, tal como resulta de la deformación
narcisista, y la realidad de esa persona tal como existe independientemente de
mis intereses, necesidades y temores. La adquisición de la capacidad de ser objetivo
y de la razón, representa la mitad del camino hacia el dominio del arte de
amar, pero debe abarcar a todos los que están en contacto conmigo.
La práctica del arte de amar requiere la
práctica de la fe racional entendida como una convicción arraigada en la propia
experiencia mental o afectiva. Es la cualidad de certeza y firmeza que poseen
nuestras convicciones. Esa fe está arraigada en la propia experiencia, en la
confianza en el propio poder de pensamiento, observación y juicio. La fe es una
cualidad indispensable de cualquier amistad o amor significativos.
En igual sentido, tenemos fe en nosotros
mismos. Sólo la persona que tiene fe en sí misma puede ser fiel a los demás,
pues sólo ella puede estar segura de que será en el futuro igual a lo que es
hoy y, por lo tanto, de que sentirá y actuará como ahora espera hacerlo.
La fe en
el propio amor; en su capacidad de producir amor en los demás, y en su
confianza. Tener fe requiere coraje, la capacidad de correr un riesgo, la disposición
a aceptar incluso el dolor y la desilusión. Ser amado, y amar, requiere coraje,
la valentía de atribuir a ciertos valores fundamental importancia -y de dar el
salto y apostar todo a esos valores. Reconocer cómo cada traición a la fe nos
debilita, y cómo la mayor debilidad nos lleva a una nueva traición, y así en adelante,
en un círculo vicioso.
Amar significa comprometerse sin garantías, entregarse totalmente con la esperanza
de producir amor en la persona amada. El amor es un acto de fe, y quien tenga
poca fe también tiene poco amor.
Una actitud, indispensable para la práctica
del arte de amar es: la actividad.
Entendida como el uso productivo de los propios poderes. El amor es una
actividad; si amo, estoy en un constante estado de preocupación activa por la
persona amada, pero no sólo por ella. Ser activo en el pensamiento, en el sentimiento,
con los ojos y los oídos, durante todo el día, evitar la pereza interior, sea
que ésta signifique mantenerse receptivo, acumular o meramente perder el
tiempo, es condición indispensable para la práctica del arte de amar.
La capacidad de amar exige un estado de intensidad,
de estar despierto, de acrecentada vitalidad, que sólo puede ser el resultado
de una orientación productiva y activa en muchas otras esferas de la vida.
Si amar
significa tener una actitud de amor hacia todos, si el amor es un rasgo característico necesariamente debe existir no sólo en las relaciones con la
propia familia y los amigos, sino también para con los que están en contacto
con nosotros a través del trabajo, los negocios, la profesión.
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